QUEDA para la historia del Carnaval el éxito en el Liceo de Barcelona. Queda para el recuerdo que las comparsas de Antonio Martín y Antonio Martínez Ares, así como las chirigotas de Vera Luque y El Selu, fueron las primeras en cantar en ese teatro. Allá donde triunfaron Luciano Pavarotti y Plácido Domingo. Allá donde han cantado en casa Montserrat Caballé y Josep Carreras. Allá donde ayer estrenaron una nueva producción de Rigoletto, de Verdi. Aunque no es lo mismo, naturalmente. Ni el público era el mismo tampoco. Pues allí no estaba la alta burguesía catalana, sino muchos emigrantes andaluces, que llenaron el teatro. También es verdad que en esa ciudad han pasado de Pasqual Maragall a Ada Colau.

ESTAMOS de enhorabuena. Llega la primavera y se renueva la poesía en Cádiz, la ciudad del arte y los artistas. Ya ha anunciado la concejala de Cultura, Eva Tubío, que habrá otra nueva tanda de versos para la campaña Sin poesía no hay ciudad, de la que tanto se mofaban las lumbreras locales en tiempos anteriores, cuando la organizaron los otros. Además, la Delegación Municipal de Cultura utilizará como soportes las pantallas LED, que se convirtieron en un símbolo del pasado, y se criticaron como si fueran venenosas, pero que estos siguen utilizando. El cambio que pregonaba Kichi es como un recambio. Con las mismas piezas.

HAN pasado cinco años desde el 19 de marzo de 2012, aquel día simbólico para las celebraciones del Bicentenario de la Constitución de Cádiz. Como suele ocurrir siempre, con estos actos de efemérides intensas, la impresión a corto plazo es que no sirvió para nada. Lo mismo dijeron en Barcelona con los Juegos Olímpicos, o en Sevilla con la Expo 92. Por supuesto, las celebraciones de La Pepa no tuvieron nada que ver con unas olimpiadas o una exposición universal. Sin embargo, es cierto que fue un revulsivo para la ciudad. Un año como aquel no se ha vuelto a repetir. Ni es probable que veamos nada parecido en mucho tiempo.

ESTA sí que es una especie en extinción. El albañil gaditano se está perdiendo. A diferencia del estibador (que está a pique del repique de un multazo de Bruselas), el albañil no tiene quien le escriba. Todavía se ha quedado más fastidiado después de la crisis de la construcción. Como las obras públicas apenas se ven, y aquí se jubila o se prejubila todo el que puede (incluso a los 50 años, que manda huevos), la tradicional estampa del albañil gaditano se está perdiendo. De paso, también se pierde la tradicional estampa de quienes los miraban al trabajar y comentaban: “¿Pues sabe usted lo que le digo yo? Que ese ladrillo lo ha puesto mal”.

UN gaditano (o una gaditana) que no haya triunfado en Madrid, o como mínimo en Sevilla, no está bien valorado en Cádiz. Será considerado como un talento malogrado. ¿Por qué? Por un complejo de inferioridad muy arraigado, según el cual todo lo de fuera es mejor y todo lo de Cádiz es peor. Forma parte de la identidad local y provincial. Así se ha visto en las Medallas de la Provincia. La Diputación ha concedido ocho. De ellas, seis a entidades: Cámara de Comercio de Jerez, Astillero de Navantia en Cádiz, Cofradía de Pescadores de Conil, Canal Sur en Cádiz, Proyecto Hombre de la Provincia y Unidad de Hematología del SAS en Jerez. Y sólo la recibirán dos personas físicas: Monchi y Manuel Ravina. Esto es, dos gaditanos que trabajan y triunfan… en Sevilla.