HAN pasado ocho años desde que el PP perdió la presidencia de la Diputación de Cádiz. En todo el periodo democrático, siempre ha gobernado el PSOE la Diputación gaditana, excepto los cuatro años comprendidos entre 2011 y 2015, cuando estuvo José Loaiza como presidente. En las elecciones generales y autonómicas, unas veces ha ganado el PSOE y otras el PP en la provincia de Cádiz. Pero en la Diputación sólo aquella vez pudieron gobernar los populares. Y en esta ocasión no se olvide que van a gobernar con el apoyo de los independentistas de La Línea de la Concepción, que podían dar el poder a unos o a otros, y han preferido el cambio, viéndolas venir.

NO existe un Papa verde, pero es lo único que les falta. Ecologistas en Acción y otros grupos afines parecen el Vaticano verde. Unas veces son de sumar y otras de restar. Todo lo que dicen es dogma de fe y hay que creérselo, aunque no esté demostrado. Si les criticamos algo, acusan al hereje de negacionista. Funcionan como una religión, ya que prometen el paraíso (aunque en la tierra), si se hace todo tal y como ellos dicen. Muchos los siguen. Y algunos crean escisiones a modo de sectas. En Cádiz y su provincia, los ecologistas se oponen a todo. A todo lo que no aprueben sus colegas de Unidas y Podemos. Y especialmente a todo lo que apruebe algún organismo que dependa de la Junta de Andalucía, desde que no están los suyos y gobierna el PP.

UNA vez pasada la campaña electoral, proclamado el nuevo alcalde, con la designación de la nueva presidenta de la Diputación, llega el momento de escribir de Juancho Ortiz. Ha sido el gran sacrificado del PP gaditano y no se ha valorado, como merece, su contribución para recuperar la Alcaldía al kichismo. Es uno de los políticos locales que no ha actuado en provecho propio, y es uno de los que más ha ayudado a su partido. A veces con una labor oscura e ingrata, siempre con lealtad, a pesar de las sacudidas que los cambios de líderes originaban en el PP. Han preferido otra opción, pero Juancho merecía ser el presidente de la Diputación, ya que no pudo ser el alcalde de Cádiz. Y no lo pudo ser por las circunstancias.

ESTE artículo se titula así en homenaje a Cormac McCarthy, uno de los mejores novelistas norteamericanos, al que se puede encuadrar en la generación de los genios perdidos para el Premio Nobel. Falleció recientemente, a los 89 años, cuatro días antes de que Bruno García fuera proclamado alcalde de Cádiz. Este McCarthy, que no guarda parentesco con el famoso hincha del Cádiz CF, publicó en 2005 una novela titulada No es país para viejos. Tuvo éxito, pero se hizo más famosa por la película que adaptaron en 2007 los hermanos Coen, con la que ganaron cuatro premios Oscar. La vida es así, a veces. A uno se le ocurren las ideas y otros se llevan los premios gordos por aprovecharlas.

A los pocos días de tomar posesión el nuevo alcalde de Cádiz, Bruno García, se ha solucionado el conflicto de los policías locales para volver a las playas. Algunos ya están diciendo que los policías son del PP (como medio Cádiz), pues es admirable que este asunto se haya resuelto tan pronto y, además, que sea tan barato. Según se ha publicado en el Diario, va a suponer un coste de 40.000 euros. Eso es una minucia para las arcas municipales, es menos de lo que cobraba un asesor de Kichi al año. Es decir, que lo hubiera resuelto fácilmente prescindiendo de alguno de sus cargos de confianza. O de otra partida de gastos, si no quería enviar al paro a uno de sus amistosos colaboradores.