EN los últimos días hemos leído diversas declaraciones y artículos en relación con el presunto traslado del Tribunal Constitucional desde Madrid a Cádiz. En este Diario, apuntaba José Ramón del Río que la propuesta no se debería convertir en una ocurrencia gaditana más. Hay motivos para suponer que podría ser así. No obstante, la opción de que Cádiz sea la sede del Tribunal Constitucional, teniendo en cuenta su acrisolada vinculación histórica al constitucionalismo español, es menos extravagante de lo que puede parecer a priori. Y no por lo que digan en Cádiz, donde ya sabemos que la ocurrencia se propone a diario, sino porque hay razones objetivas. Y porque en Madrid le han prestado cierta atención.

LA buena gente mayor, de costumbres carrozas, camp, rancias, casposas, o como les llamen, habrá oído esa canción tan carca de Mirando al mar. Pero la versión gaditana de mirando al mar no es la de Jorge Sepúlveda, que evoca los tiempos del blanco y negro en el Cine Gades, sino que en Cádiz siempre se ha mirado al mar, aunque sea de reojo. Uno de los tópicos locales asegura que Cádiz sólo ha sido rica “cuando mira al mar”. Se fundamenta en los miradores, con los galeones y demás barcos que iban y venían para hacer las Américas, y no sólo para matar indios (más han matado en las películas de los cowboys y los pieles rojas), sino para comerciar. Pero eso nos llevaría por otros derroteros de la anti hispanidad, falsificada y manipulada, que fue contemporánea del mayor esplendor de Cádiz, por cierto. Aquí el mar nos sigue dando sorpresas. La última vez por la Sail GP de los barcos voladores en el puente del Rosario y el Pilar. No obstante, al mar se mira todos los días. Es uno de los alicientes del turismo, el maná de ahora.

SUPONGO que el buque BAM-IS que le han concedido al astillero de Navantia de Puerto Real, y que generará más de mil empleos durante tres años y medio, será construido por trabajadores netamente gaditanos. Lo digo porque el presidente de Navantia, Ricardo Domínguez, estuvo la semana pasada de visita, y recordó que para las reparaciones de cruceros en los astilleros de Puerto Real y Cádiz (ciudad a la que se considera la capital del paro español) ha sido necesario contratar a trabajadores extranjeros, porque aquí no había capacidad para asumirlo. El dato de los mil extranjeros para reparar cruceros chirría, porque hay algo que no se entiende bien. No parece normal que por un lado se reclame más trabajo y por otro lado resulte que falta personal para el trabajo existente, que según se suponía era poco, discontinuo y malo.

EN la mañana del viernes 13 de agosto de 2021, operarios municipales retiraron los rótulos del Estadio Ramón de Carranza. Desde entonces ya es el Estadio Nuevo Mirandilla. Y desde entonces, todo hay que decirlo, el Cádiz CF no ha ganado un partido en ese estadio. A pesar de que ya puede acudir el público, al que tanto se echaba en falta, por su entusiasta apoyo. Es decir, desde que retiraron el rótulo de Carranza, como si fuera una maldición apocalíptica, entró el gafe. No se conoce la victoria en cinco partidos, sólo tres puntos (tres empates) de 15 posibles. Y no ha marcado ningún gol en los tres últimos encuentros. Es verdad que tal como juega el Cádiz es muy difícil ganar, pero la temporada pasada, sin público, jugaba por el estilo, atrás y a rezar, y se salvó con cierta holgura.

LA nueva normalidad será recuperada plenamente mañana en Cádiz, cuando salga a la calle la última confinada. La Virgen del Rosario no irá en su paso, sino en unas andas, pero será igual, o parecido, porque presidirá una procesión, con cortejo de acompañamiento y representaciones, con las cornetas y tambores del Rosario abriendo camino, y con la música del Maestro Dueñas cerrando con sus marchas. Como tantas veces, como aquellos años, cuando el 7 de octubre, fiesta local en Cádiz, era un día de regocijo para venerar a la Patrona. Por culpa de la pandemia se quedó sin salir en 2020. Han pasado casi dos años sin procesiones en las calles gaditanas. Y la primera será Ella, que saldrá de Santo Domingo, como la Madre que acude al reencuentro con sus hijos, que sólo han podido verla en su casa del Santuario.