EN la historia del último medio siglo en España, la aportación del PSOE de Andalucía ha sido esencial. Esto conviene no olvidarlo, a pesar de las turbulencias de los últimos tiempos. Si tenemos democracia en España es gracias al PSOE. No sólo gracias a ellos, pero sí en amplia medida. La monarquía constitucional es ininteligible sin el PSOE. Lo mismo se puede decir de la España de las autonomías. Sin embargo, es lamentable y triste que un sector cada vez más amplio del PSOE pisotee su propia historia, con ese espíritu adanista irracional que se ha instalado en la política. Esa actitud ha tenido dos inspiradores: José Luis Rodríguez Zapatero y Pedro Sánchez, dos presidentes que se dedicaron a destruir, sin ideas claras, dando palos de ciegos, y desleales con los fundamentos de un partido que se llama socialista, obrero y español.

EL Gobierno de Pedro Sánchez sigue haciendo griegos. Hemos recuperado a los oráculos de la Grecia clásica, ahora transformados en gurús. Y ellos son los que mandan, comandados por el gran Iván Redondo, que le cuadra las cuentas al sanchismo. Los indultos en Cataluña no se basan en el Derecho, ni en las ideas. Se trata de un asunto electoral. Y no ya porque el PSOE sanchista necesita el apoyo de los independentistas catalanes (y vascos), junto al de sus socios de Unidas Podemos, para mantenerse en la Moncloa. Hay más: Cataluña se ha convertido en el último salvavidas electoral de Pedro Sánchez. Las poquísimas posibilidades que tiene el PSOE de volver a gobernar en España tras unas elecciones pasan por Cataluña y, en menor medida, por el País Vasco.

Es lógico que un barón socialista y bonista como Emiliano García-Page esté indignado. En Castilla La Mancha los indultos tendrán un alto coste electoral. Lo mismo pasa en Extremadura. Más lamentable es que Juan Espadas y Susana Díaz miren a otro lado, por no incordiar al jefe, cuando es evidente que no comparten la liberación de los “presos políticos”, como se autoproclaman. Presos políticos no hay en España, sino delincuentes condenados. Y no se han arrepentido, al contrario.

Las cuentas electorales son obvias: en Madrid y en Galicia arrasará el PP, que crecerá después de los indultos. También crecerá en las Castillas, Extremadura, Aragón y otras comunidades pequeñas. Por el contrario, el PSOE estima que el PP pasará a la insignificancia en Cataluña y el País Vasco, mientras que seguirá renqueando en la Comunidad Valenciana y en Baleares, donde no han olvidado aún los casos de corrupción. Cataluña podría decidir: sería el trampolín para seguir en la Moncloa.

¿Y Andalucía? Es la comunidad con más electores. Aquí es donde más arriesga el PSOE, porque un descalabro sería funesto para ellos. Por eso, han buscado a un candidato moderado como Juan Espadas, para disfrazarlo de sanchista 0,0. Un intento burdo e injustificable. Al PSOE de antes (el renovado de Felipe y Alfonso, hoy histórico) eso le rechina, pero al de Zapatero y Sánchez le da igual, ya que sólo le interesa gobernar, y hay muchos cargos en juego. Las ideas importan menos, y los principios nada. En sus cuentas, complacer a la Cataluña independentista resulta imprescindible. Aunque sea un truco: Sánchez no les concederá la independencia. Si Cataluña y el País Vasco fueran independientes, el PP gobernaría en España hasta 2050, o más.

José Joaquín León

LA ineficacia al gobernar se paga. Tenemos un Gobierno de coalición y sin cohesión, en el que una médica es ministra de Hacienda, una abogada funcionaria es ministra de Sanidad, un artista del baile que empezó dos carreras y no terminó ninguna está al frente de las autonomías, una psicóloga emparejada con un vicepresidente que dimitió está transformando los géneros, etcétera. Y en el que el presidente Pedro Sánchez, encantado de conocerse en la Moncloa, nombró ministra de Exteriores a Arancha González Laya, una abogada vasca especializada en comercio, que ha trabajado en la ONU y la OMC, y que presentaba un perfil de los mejorcitos del gabinete. Pero ha demostrado poca capacidad diplomática y mucha cara dura para negar la realidad.

A los disparates del Gobierno de Pedro Sánchez se debe añadir que le ha dado la puntilla a la Justicia. También es cierto que algunos jueces han contribuido con mucho gusto. Ha quedado la idea de que los jueces son como los árbitros y que las leyes son como el VAR. En la práctica, hay criterios varios. Aunque, en teoría, están para que se apliquen y punto. Entonces la gente piensa que sufrimos un caos jurídico. Este país era católico y ahora es caótico, la reserva espiritual del caos. Así se ha llegado a la actual situación: en Baleares y la Comunidad Valenciana permiten toque de queda, público en los estadios para La Liga y tienen presidentes autonómicos del PSOE. En Andalucía, no hay nada de eso; pero es la única autonomía donde permiten que el ocio nocturno abra hasta las dos de la madrugada.

DESDE que comenzó la pandemia del Covid 19, en España hemos tenido cuatro elecciones autonómicas: en Galicia y País Vasco (julio de 2020), Cataluña (febrero de 2021) y Madrid (mayo de 2021). Cuatro convocatorias con un electorado de muy diferentes costumbres. En todos los casos, hubo intentos de extrapolar los resultados al conjunto de España, y en todos los casos es un error. Sin embargo, las elecciones del pasado martes en Madrid dejan dos sorpresas a no olvidar. Una es que Pedro Sánchez y Pablo Iglesias podían pagar en las urnas su desastrosa gestión sanitaria y económica de la pandemia, en la que tomaron por tontos a los españoles. Y otra que cuando había más extremismo ha subido la participación, pero no para votar contra la derecha (como era lo habitual en tales casos), sino para votar contra la izquierda.