EL alcalde de Sevilla ha cometido dos veces el mismo pecado: no aceptar la realidad de la suspensión de la Semana Santa y la Feria, y crear expectativas falsas. Pero ha sido un pecado venial, bienintencionado, por querer salvar los muebles. Juan Espadas dijo en un determinado momento que la OMS le debería convencer para la suspensión de la Semana Santa. Cuando lo dijo, lo pensábamos todos, incluso los que ahora se lo echan en cara. No era necesario suspenderla antes de tiempo. ¿Hemos visto pasos en las calles, o algo parecido a una Semana Santa con cofradías? No. Pues entonces… Cada decisión tiene su momento. Pero es cierto que a Juan Carlos Cabrera y el equipo de Fiestas Mayores sólo les queda pensar en la Feria de 2021.

EL mejor articulista necrológico de Sevilla en el último siglo, que es Antonio Burgos, escribió en cierta ocasión que los muertos de agosto pasaban casi desapercibidos. Por lo que era como una desgracia añadida. Cuando el veraneante regresaba a Sevilla, se enteraba de que habían fallecido Fulanito, Menganita, etcétera, y no habían tenido la despedida que merecían. Pues si eso ocurría en agosto, imaginen ahora, en los tiempos del coronavirus. Hoy se muere cualquier jubilado y hasta parece lo de lo más común, toquemos madera de caoba. Pero es injusto. Como lo sería que no tenga el realce debido el fallecimiento de Enrique Barrero González. Fue un personaje importante en la Sevilla de la Transición y también para el Ateneo.

A medida que avanzan los días, se sigue observando que la crisis del coronavirus está manejada a la medida de Madrid. Ya escribí otro artículo, insistiendo en la tesis por la que abogan muchos expertos: adaptar las medidas a cada territorio. No es igual la incidencia sanitaria y económica en Madrid que en Andalucía o en Canarias. Como no es igual la incidencia en las zonas urbanas y en las rurales. San Nicolás del Puerto no es como Madrid. Esa diferenciación ya la están aplicando en la mayoría de los países, pero aquí no se atreven por una falsa igualdad. El Gobierno no quiere asumir que los andaluces o los canarios tengan medidas más suaves. A pesar de que le puede costar casi 3.000 millones de euros a Andalucía, según algunos estudios.

ALGUNOS forasteros consideran una frivolidad que en Sevilla nos preocupemos por la Semana Santa y la Feria con la que está cayendo. Pero, si el Barça es algo más que un club, como se decía en Cataluña desde los tiempos de Franco, en Sevilla la Semana Santa es algo más que una fiesta desde los tiempos del cardenal Niño de Guevara, o por ahí; y la Feria desde el siglo XIX. Aunque ha sido en las últimas décadas (desde la Transición en adelante) cuando han alcanzado la dimensión tan masiva que tienen actualmente. Es decir, que con la democratización de la ciudad y del país crecieron en participación. Son fiestas democráticas y participativas, detalle que a veces se olvida. Pero sobre todo forman parte de la esencia de Sevilla.

EL pasado lunes, en una de sus memorables intervenciones, el ministro de Sanidad, Salvador Illa, dijo que ahora las residencias de mayores y los hogares son focos “importantes” de contagios. ¿Los hogares? ¿En tu casa o en la mía te la pega el coronavirus? Respondía a una pregunta sobre la aparición diaria de nuevos contagios, a pesar del encierro. Si la gente no sale, si ya ha pasado el periodo de incubación desde que empezamos a estar confinados, lo normal sería que sólo surgieran casos por contagios en los hospitales o en lugares de riesgo, como las citadas residencias de mayores, los supermercados, las comisarías, los cuarteles del Ejército y la Guardia Civil, etcétera.