EL año 2020 puede ser el del regreso del Cádiz a Primera. Tanto el presidente, Manuel Vizcaíno, como el aspirante, Enrique Pina, coincidieron en señalar el pasado sábado que están interesados en el ascenso. De este modo no se repetirían las habladurías de las dos últimas temporadas, cuando el Cádiz flojeó misteriosamente en las últimas jornadas. La oportunidad que tiene es sensacional. Y me refiero al ascenso directo. Del tercer al sexto puesto sólo sube uno y se quedan en Segunda tres. El Cádiz ya tendría casi un pie y medio en Primera, si hubiera estado a mejor nivel en los cuatro partidos de diciembre, en los que sólo sumó cuatro puntos y dejó escapar ocho. También es cierto que influyeron los arbitrajes en esos partidos.

A la media hora, si nos dicen que el Cádiz-Numancia va a terminar con 2-4 en el marcador, hubiéramos pensado que era imposible. El Cádiz ganaba por la mínima, era superior y controlaba el juego. Nadie podía pensar entonces que un error garrafal de la defensa y un arbitraje impresentable de Ávalos Barrera (con VAR incluido) romperían el partido. El Cádiz cayó víctima de las circunstancias y de sus propios errores. Pareció como si se hubieran ido de vacaciones antes de tiempo. Primero no tuvieron el corazón caliente y después tampoco la cabeza fría. Se estropeó absurdamente una noche que debía ser de fiesta por la gran temporada.

LA victoria del Cádiz Oviedo supo a gloria, más allá de tres puntos importantes para reforzar el liderato. Con el triunfo se proclaman campeones de invierno y se presenta la candidatura para el ascenso directo a Primera en verano. Además, se rompe un maleficio que duraba 42 años. Desde 1977 (la temporada del primer ascenso con Enrique Mateos) no ganaba el Cádiz en el campo del Oviedo, un equipo gafe, que prolongó la estancia del Cádiz en Segunda B. Sin embargo, ahora el equipo va viento en popa, a pesar de los que intentan sembrar tormentas. No merece la pena recordarlo, pero es vergonzoso enturbiar los buenos momentos. Hay que apoyar a este Cádiz, con vitola de campeón.

QUEDÓ un regusto amargo porque el Cádiz lo intentó, sobre todo en los últimos minutos, pero no tuvo suficientes recursos para ganar al Elche. Se perdió una oportunidad de conseguir el campeonato de invierno el día de la Inmaculada en Carranza, y también de abrir más brecha con el segundo  y otros rivales directos. Puede que parezcan objetivos muy ambiciosos, si se analizan las plantillas de la Liga Smartbank, y  eso también hay que decirlo. Pero cuando tenían 10 puntos de ventaja al segundo era natural soñar con el ascenso directo. Todavía es posible.

EN condicione normales (sin tantas bajas y con otro árbitro), el Cádiz no hubiera perdido en Fuenlabrada. Fastidia perder ante un equipo que no fue superior, incluso jugando más de dos tercios del partido en superioridad numérica. El Cádiz ha entrado en un momento difícil, por las lesiones. Ya no sólo han caído futbolistas titulares del plan A, sino suplentes del plan B, por lo que juegan elementos del plan C, como Rhyner y Quezada, que no están adaptados, y cometen errores en jugadas puntuales que resultan decisivos. El Cádiz tiene un sistema que necesita a jugadores a tope. Más aún si se tropieza con un árbitro casero como Ais Reig, que administró las tarjetas amarillas a su manera.