EN la polémica por los cambios de nombres de las calles, la opinión de los vecinos es importante. Son los afectados. Pues si te cambian el nombre de la calle,…
LA derrota del Cádiz ante el Sevilla puede parecer engañosa. Al minuto 90 se había llegado con empate. Fue un duelo competido, en el que el Cádiz tuvo aspectos buenos…
AL ministro de Transportes, Óscar Puente, lo tienen ya en el punto de mira la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de Sevilla. Es un ministro peculiar, con una parte buena y otra mala. La buena es que suele decir lo que piensa y miente menos que otros compañeros de…
ETA fue fundada en 1959, cometió crímenes durante el franquismo, los siguió perpetrando en la democracia, anunció el cese de su actividad armada en 2011, pero no se disolvió oficialmente hasta 2018. ETA duró casi 60 años; es decir, 20 años más que el franquismo, y de ellos más de…
HOY es domingo de Pasión. Llegan los pregones de la Semana Santa en muchos municipios de las dos diócesis de nuestra provincia. En Cádiz le toca el turno a Juan Mera, cofrade muy conocido. Aparte de sus vínculos capillitas y de su trabajo como profesor en las Carmelitas, es conocido por el teatro, que ha puesto en práctica como director del grupo Candilejas. Eso, para un pregonero, es una ventaja porque domina el escenario. A veces se ha comentado que el pregón tiene una puesta en escena. Sin embargo, es cierto que al final lo que debe predominar es el sentimiento, las vivencias compartidas. Y que eso no siempre se puede representar, porque es lo auténtico.
EN menos de un siglo que tiene la tradición del Pregón de la Semana Santa ha pasado por varios escenarios. Todavía hay nostálgicos del Teatro Lope de Vega, e incluso del Teatro San Fernando. Pero la verdad es que el Pregón no ha arraigado tampoco en el Teatro de la Maestranza, hasta el punto de que se organiza allí por lo mismo de escenarios anteriores: por buscar la mayor capacidad. Con el requisito añadido de que no resulte chocante por su ubicación o aspecto. Y conste que, cuando se cambió, fue criticado el Maestranza, faltaría más. Teatro frío, ajeno al barroquismo de lo que allí se narra, más apropiado para un Barbero de Sevilla o una bienal flamenca.
EN diciembre de 1983, me encontré por primera vez con el impresionante Cristo de la Agonía, que talló Juan de Mesa para Vergara (Guipúzcoa). Estaba en el Pabellón Mudéjar de la plaza de América, formando parte de la exposición Sevilla en el siglo XVII. Había regresado por vez primera a la ciudad donde fue tallado en 1622, aunque a la parroquia de San Pedro, de Vergara, llegó en 1626. Cuando lo vi en Sevilla, pensé que era una ocasión irrepetible. No imaginaba que lo podría ver, 34 años después, en la iglesia conventual del Santo Ángel. Y menos aún que estaría acompañado por el Cristo de los Desamparados, de Martínez Montañés, que se venera en dicho templo. Y, además, por el Cristo del Seminario Mayor de Granada, obra de Pablo de Rojas.
ESTA provincia es así: nos peleamos por cualquier cosa. Por eso, nada tiene de extraño que haya estallado la guerra del queso, mayormente entre los productores de Grazalema y El Bosque contra los de Villaluenga del Rosario, que es el pueblo de al lado. Así que algunas empresas no participan, como protesta, en la Feria del Queso de Villaluenga, que se celebra este fin de semana, coincidiendo con los pregones de Semana Santa. Menos mal que no van a atacar las instalaciones payoyas. Van a dejar a las cabras y a las ovejas en paz. Aunque esto produce dolor, como ha recordado el alcalde de Villaluenga, Alfonso Moscoso, que es uno de los veteranos de esta provincia, un clásico del PSOE.
ASÍ como existe el síndrome de Estocolmo (del cual se dice cuando las víctimas se sienten identificadas con los delincuentes o terroristas que las secuestran, hasta el extremo de disculparlos) también tenemos en nuestra provincia el síndrome de Gibraltar. Dícese del síndrome causado cuando se identifican con los yanitos, haciendo lo que les conviene a ellos y olvidando el origen del litigio. Poner en su sitio a Gibraltar trae malas consecuencias. A García Margallo le costó el cargo de ministro. Aparte de ser dicharachero, y postularse como alternativa a Rajoy (una osadía), este hombre intentó aprovechar el Brexit para buscar la cosoberanía de España en el Peñón. Con el resultado de quedar como difunto político.